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Mini desprecios que MATAN el Alma

microactitudes

Estaba viendo un vídeo chorra de estos que van rulando por redes, donde una pareja está eligiendo fruta.

Ella mete unas cuantas piezas en la bolsa.
Él coge una de esas mismas, se la da… y ella la rechaza.
La misma. Solo porque se la dio él.
Y la gente se ríe.
Qué gracioso, ¿no?
Pues no. 😑

Porque eso, que parece una tontería, no lo es.

Es una de esas microactitudes que llevan años haciéndose pasar por humor o por “cosas de pareja”. Pero no lo son…

Son mini desprecios constantes.
Y muchas veces, vienen de mujeres hacia sus parejas.
Y sí, también son maltrato.
Aunque nadie lo quiera decir en voz alta.

Yo he visto eso.
Lo he vivido.
Y no solo en la frutería. En la cocina, en el sofá, en las cenas, en las decisiones, en la forma de hablar, de mirar, de corregir.
He visto a tías que no dejan ni que su pareja friegue porque “no sabe”.
Y luego dicen que lo hacen todo solas.

He visto hombres que intentan, pero al final se rinden, porque cada intento es criticado, corregido o ridiculizado.
He visto maridos callados, anulados.
Y al cabo de los años, explotan.
Se van. Se largan con otra. O se apagan.

Y entonces el cabrón es él.

¿Que hay hombres que maltratan? Por supuesto. Y ojalá se les caiga el mundo encima.
Pero de eso ya se habla.
De lo otro, no.

De esos hombres que son maltratados en silencio, no se habla. 🤫

Porque se asocia con debilidad.
Porque si un hombre se queja de su pareja, se le ríen en la cara.
O se le dice que exagera…

Y cuando una mujer lo hace, es “una mujer fuerte”.
Aunque esté humillando, aunque esté anulando, aunque esté destrozando a quien tiene al lado.

Y no es solo con las palabras, también con el control disfrazado de amor:

el “no te pongas esa camiseta, que está vieja”,
el “no te cortes el pelo así, que no te queda bien”,
el “afeítate, que das mala imagen”,
el “deja, que tú no sabes poner la lavadora”,
el “ya voy yo al súper, que tú no sabes elegir bien”. 🫡

Y así, poco a poco, deciden por ellos todo:
cómo visten, qué comen, qué perfume usan, qué coche compran, cómo educan a los hijos y hasta cómo se comportan en público.

Y ojo, que no hablo de grandes peleas.
Hablo de esos microgestos diarios que, cuando se acumulan, hacen que una persona deje de ser ella misma.
Que pierda la voz.
Que viva con miedo de equivocarse hasta en lo más simple.

Este texto no es una guerra de sexos.
Es una reflexión.

Porque la violencia no siempre da hostias.
A veces te la da con una frase.
Con una ceja levantada.
Con una burla delante de los niños.
Con una mirada que dice: “tú cállate, que tú no vales.”

Y eso, amigas, también es violencia.
Y lo hacemos nosotras.

Estamos en lucha por la igualdad. Porque la necesitamos, porque es lo justo. Pero también está incluido el maltrato de la mujer hacia el hombre, que también existe. Y más del que se dice, porque no se dice, porque hay vergüenza, porque la sociedad les trata de “nenazas”, débiles, poco hombres, etc.

Esos hombres, son los que merecen la pena, los que no te maltratan, los que te escuchan, los que aunque no sepan hacerlo, quieren participar, porque reconocen que es cosa de los dos. Y al final, muchas veces son anulados, en silencio.

Solo es una reflexión.

No para generar peleas, sino para reflexionar. Porque todos nos merecemos un respeto. Y la igualdad es eso. RESPETO, sin abusar de nadie. NI EL UNO, NI LA OTRA.

Ni física, ni psicológicamente.

Ángela González


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