«De la actual política escatológica», Adrián Martínez
En alguna de sus concepciones, incluido el arte y la política, lo escatológico se relaciona con las heces y más ampliamente con todos los actos fisiológicos que tienen que ver con la expulsión de algún contenido corporal. No parece exagerado por tanto que algunos establezcamos una gran similitud entre la política actual desarrollada por nuestros dirigentes si la comparamos con algunas de las obras de algunos artistas conceptuales llegando en mi opinión a establecer por fin una suma síntesis de contenido final igual al citado.
Debemos aceptar, sin embargo, que en democracia debe haber siempre una dosis de confrontación populista, de circo de tres carpas si quieren, bajo el paraguas de las verdades a medias y las exageraciones, en uno y otro bando. Esto es inseparable de la competencia partidista y del exabrupto parlamentario. Por tanto, un rasgo esencial de nuestra política, de todas en realidad, es la ausencia de unanimidad. Ausencia por la que se acepta pagar un adecuado precio para mantenerla incluida la salud mental.
Se dice que los españoles prefieren la política del consenso y que están mayoritariamente en contra de la crispación. Afirmación que puede resultar engañosa y ser simplemente el resultado de la mala prensa que los partidos políticos siguen teniendo entre muchos españoles al no terminar de entender bien su función. Sin embargo la asunción automática del discurso de la crispación adoptada por la izquierda y la nostalgia crispada y mal orientada por parte de la derecha debe, en algún momento, hacerles coincidir. Esperemos que el PSOE vuelva a ser aquel partido fortalecedor de la democracia al que no le molestaba la competencia ni arrastraba su anhelo de hegemonismo dejando de lado su afán por capitalizar y monopolizar la política e incluso dejando su alianza con partidos reaccionarios vascos y catalanes. Al mismo tiempo el PP dejara de entrar en batallas ideológicas estériles y sin sentido, que siempre se les vuelve en contra, volviendo a bucear entre sus orígenes centro-reformistas y acabara por abrazar pactos que no hayan sido firmados por el titular del averno. Pero para eso hace falta cambiar actores y discursos que dejen de convertir en escatológica, en el sentido con el que iniciamos arriba, la política desarrollada en los últimos años.
Tal política se parece tremendamente a la obra de Piero Manzoni, un realista francés que, valga la contradicción, hacia arte conceptual: este artista, un pintor, llegó a introducir sus propios excrementos en latas y los vendió a 40 dólares la unidad. “Mierda de artista” llamó a esta obra. Todo lo que tocaba, con la anuencia, el consentimiento y la satisfacción de sus seguidores, se convertía en arte: sus heces, su propio aire, sus huellas dactilares estampadas en la cascara de huevos duros, simples firmas suyas sobre cuerpos humanos, páginas en blanco, etc. Las latas de mierda llegaron a venderse, hace unos años, en unos124.000 euros. Y se me antoja que nuestros políticos deberían abonarse a este tipo de arte pues sus actos para vender sus productos fisiológicos, pensando que son obras del arte de la política, no son, en muchos casos, más que humos, aire y heces.
La realidad, pese a las aburridas y persistentes bravatas políticas de los que intentan gobernar, es recalcitrante, y nada tiene que ver con sus pretensiones ni sus previsiones. Para darse cuenta simplemente tiene usted que tener hijos en edad de trabajar o estudiar, ir a la compra, pagar el tasazo sobre las basuras el próximo año, la luz este, la gasolina o el diésel todos los años, ser jubilado, parado, vivir de alquiler o querer comprarse un piso o un coche eléctrico o mixto o normal, ser mujer, joven, inmigrante o haber nacido y/o vivido en un pueblo arrasado por un volcán o la última DANA de Valencia. Vivir simplemente. Repetir constantemente que España «va como una moto» es un trampantojo bien ideado y aplaudido por una patulea sobre estimulada e histriónica que tras perder su propia historia también ha perdido su capacidad para ejercer la autocrítica y su digna identidad. La política se ha convertido en un juego de vanidades que usa su propia perspectiva, y otros efectos psicológicos derivados de las mentiras, convirtiéndola en un barato y entrenado en buscar culpables y en identificar al enemigo político.
La mayoría de españoles nos sentimos, real o conceptualmente hablando, mucho más pobres. Percibimos ese efecto que provoca el estancamiento y la falsa redistribución bañados en un mar de falso progreso nada más salir a la calle. Efecto que solo es capaz de anestesiarse ligera y momentáneamente a través del fútbol o la Navidad (ese bonito periodo de recogimiento cuyo tránsito se realiza en la sacristía pagana de cualquier gran superficie mediado por cualquier tarjeta de crédito o débito) a través del consabido “un día es un día” y es por ello que cada año empieza antes. España se ha convertido en la prima tuerta de una Europa ciega que compite a través de la digitalización -solucionismo puro y duro- y en el crecimiento sustentado por una fuerza laboral mal pagada y con un creciente número de personas en riesgo de exclusión y pobreza. Nuestro sistema económico se ha convertido en un sistema extractivo que arremete persistentemente contra los de siempre con mayor crudeza que nunca utilizando altas dosis de anestesia social muy elaborada sustentada sobre mentiras y proclamas de amor, pan y circo.
De esta forma la lata de mierda que se nos ha vendido sobre que el mercado laboral va bien sería digerible si no contemplásemos la tasa de parados que está en torno al 10.8 por cien. Otra página en blanco, otra firma sobre el hielo en verano que la política intenta certificar, es la afirmación de que somos más prósperos. Es así, pero solo algunos. Es de color blanco que la deuda aumenta 200 millones al día, 2 millones en el tiempo en el que una persona tarda en comprar una lata de Manzoni. En el suma y sigue de las mentiras camufladas, firmas en el aire, tocomochos políticos y vómitos incoercibles, está la de la inflación: no solo no baja, sino que sube pues aunque se modere en la tasa interanual, lo que hace es crecer menos sobre niveles muy altos anteriores. El trampantojo es que baja, pero en realidad crece.
Así, este tipo de política “conceptual y escatológica” nos ha dejado boquiabiertos, especialmente a las rentas medias y bajas, que son quienes más están soportando la inflación y pagando más impuestos en proporción a su renta, siendo necesario que se diga la verdad sobre la situación económica, más allá de espejismos coyunturales, intereses personales y partidistas y hedonismos mal entendidos pues una cosa es gobernar y otra estar en el gobierno mientras los ciudadanos se sienten olvidados.
Y para rareza escatológica final esta aquella de que por primera vez un gobierno no se siente interpelado por no tener aprobado el presupuesto. Es una carga de profundidad contra la misma esencia del parlamentarismo cuya razón fundamental de ser es el control de ingresos y gastos.
Está claro y diáfano que necesitamos otros políticos, otros discursos, otra política social y económica, seria, llena de propuestas, alejada de la confrontación disruptiva y destructiva y que facilite la vida a las personas, no que las asfixie como ahora. Busquemos entre todas las opciones, incluidas las extraparlamentarias, quién tiene un discurso de este tipo. Las hay.
Para terminar debo calificar a la política actual con las mismas palabras que utilizo el padre de Manzoni, el conde Egisto, dedicadas a su hijo cuando sentencio sobre su arte: Tu arte es una mierda.
Y finalmente, sirvan estas reflexiones de homenaje a todas las familias damnificadas por la última DANA de Valencia expresando mi más sentido pésame a las familias que perdieron a sus seres queridos.
Adrián Martínez
Médico
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