EL TENIENTE JEFE DE LA GUARDIA CIVIL DE SANTA POLA Y LA PESCADILLA QUE SE MUERDE LA COLA
Como bien pueden conocer quienes hayan seguido algunas de mis publicaciones sobre la problemática existente en el Acuartelamiento de la Guardia Civil de Santa Pola (A), bajo el mando del Teniente López Sacido, pueden aventurar el problema, valga la redundancia que supone mantener a este Oficial a cargo de esa Unidad, en cuanto a que determinados hechos siempre estando el oficial envuelto en los mismos, repercuten directa o indirectamente en prácticamente toda la fuerza a su mando cuando no en algún que otro superior jerárquico que tienen que asumir y soportar investigaciones ajenas al día a día de un cuerpo policial (llámense informaciones reservadas etc.) , y lo entiendo así, debido a los muchos episodios que conozco resaltando el último acontecimiento el pasado día 6 que, no debemos olvidar que nuestro país estaba celebrando el día en que nuestro vigente texto constitucional fue ratificado hace ya algunas décadas en referéndum consultivo por todos los Españoles.
Y mientras todos celebrábamos uno de los días más importantes de un país democrático, el teniente de la Guardia Civil de Santa Pola, el tan citado siempre señor Fco. Javier López Sacido irrumpía en una dependencia oficial del Instituto armado, sabiendo que iba a ser denunciado por uno de sus Agentes, por al parecer no haberse tramitado un escrito en el que básicamente se venía a ejercitar su derecho de petición, no olvidemos un derecho constitucional éste de primer orden, sin saberse como ni porqué, el Teniente irrumpió y así interrumpió el derecho a activar la maquinaria judicial por quién se sintió perjudicado, dañado o afectado por otras personas, incluyéndose el propio Teniente al que se hace mención.
Es decir, no sabiéndose como, ni porqué, el aun no denunciado, conocía de primera mano los motivos de la denuncia y así interrumpió por un intervalo de más de media hora en la dependencia oficial, ante la atónita mirada y suma paciencia del Instructor de las diligencias, quién dígase de paso, se comportó tanto con el denunciante como con la propia Institución de manera más que brillante, por cuanto pudo y supo sortear una suerte de conflicto sobrevenida, siempre con el temor reverencial que puede suponerse y de hecho existe en una institución altamente jerarquizada y donde el respeto prima como valor elemental junto a la disciplina como elemento esencial.
Y vengo a decir esto, por cuanto, al parecer el teniente López Sacido, no sabiéndose con qué intención, pero bien perfectamente adivinable, somete a un tercer grado a la persona que precisamente lo estaba denunciando, tercer grado en su vertiente de fuerte presión, hasta el extremo de olvidar la victima del presunto hecho denunciable determinados hechos en relación con la denuncia que pretendía formular.
Esta situación no solo no es normal sino que goza de poco encaje legal, por cuanto prevé la actual Ley 4/2015, de 27 de abril, del Estatuto de la víctima del delito, que en su artículo segundo conceptúa como víctima directa, a toda persona física que haya sufrido un daño o perjuicio sobre su propia persona o patrimonio, en especial lesiones físicas o psíquicas, daños emocionales o perjuicios económicos directamente causados por la comisión de un delito.
Quien además de acuerdo con el artículo 22 de la citada Ley sobre el derecho a la protección de la intimidad goza entre otros derechos a que se proteja la misma.
Por cuanto insisto, es inentendible que, en una sociedad democrática y de derecho, un oficial de la Guardia Civil, quién debe inexcusablemente de acuerdo con su posición y situación de Jefe de Unidad conocer estas premisas, sabiéndose que va a ser denunciado irrumpa, entiendo que, prevaliéndose de su cargo y posición con respecto a terceros sin culpa y que no les queda más que aguantar por ese existente temor reverencial, para así tener al denunciante más de media hora sometido a un dialogo que efectivamente no voy a valorar de manera técnico jurídica, pero si dar mi impresión como conocedor del hecho y, la calificación que a priori se me ocurre es vergonzosa, por cuanto para descargar su culpa, fuera de los cauces y derechos constitucionales que como denunciado le amparan, intentó por todos los medios y de manera muy insistente, restar, negar o distraer su responsabilidad ante el denunciante y el instructor.
Sírvanse como ejemplo, cómo se sentirían ustedes cuando a lo largo de nuestra vida, que al menos algunas vez siempre ha sucedido, podamos habernos sentidos agraviados por un hecho susceptible de denuncia, encontrarnos en la propia dependencia oficial con el denunciante quién nos está más de media hora intentando convencer que él es el bueno y nosotros contra toda lógica buscamos una guerra, según sus propias palabras.
Me gustaría que esta vez tenga que ser la última y que alguien ponga definitivamente coto a este cúmulo de circunstancias que no debemos olvidar ya han llevado al menos a dos Agentes a saber a precisar tratamiento, con despropósitos tales como hacer valoraciones personales contra ellos basadas en el resentimiento, insultos de todo tipo, y un larguísimo etcétera que en definitiva tendrán que valorar los Juzgados bajo el sometimiento al imperio de la Ley. Y reiterar la excelente labor del Agente Instructor.
Alejandro Beviá Ramos, Guardia Civil retirado.
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