Se pierde la Confianza, por Tino de la Torre
La historia nos demuestra que se mueve con acelerones y frenazos. A trompicones. Suele ser porque no se interpretan bien los pequeños acontecimientos que van ocurriendo y cuando hay un desenlace se convierte en un hecho violento y descarnado.
Países que se sienten sometidos por otros países, etnias minoritarias oprimidas por las mayoritarias, odios y envidias larvadas a lo largo del tiempo y que un día estallan. Esa es la realidad de guerras, ocupaciones y exterminios que nos espantan pero que no surgen de un día para otro.
Es un hecho cierto que el mundo ha cambiado desde que se creó “el nuevo orden mundial”. Solo a modo de ejemplo, en 1950 el 22% de los habitantes del planeta eran europeos; hoy son poco más del 10% de la aldea global mientras que en Asia viven el 57% de los 7.700 millones de personas que habitan el planeta. A su vez, el peso del poder económico va lentamente cayéndose hacia el lado del sol naciente.
Pero las instituciones creadas después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, siguen más o menos igual. Solo cambian en que cada vez abren más oficinas para ocuparse de temas variados e incorporan a un número de funcionarios que no cesa. Y su inoperancia también parece que crece.
La idea central de estas grandes organizaciones era proteger unos países de otros y favorecer el tránsito lo más libre posible de mercancía, con la idea de llegar a una distribución más justa de la riqueza, evitar caciquismos, dictaduras asesinas, imposiciones por la fuerza, en suma.
Todo esto ha quedado demostrado que no funciona o funciona poco. Estados Unidos, con o sin la OTAN detrás, es y será la policía del mundo mientras pueda o le dejen y entremedias los conflictos surgen por doquier y se ve muy poca contundencia ante la injusticia.
Todo esto está dando lugar a una gran pérdida de confianza en las instituciones: tanto a nivel doméstico en los países como en los grandes escenarios mundiales. Y la pérdida de confianza no es solo vertical; es también transversal, es decir, de unos países para con otros.
Del mismo modo, se ha disparado la pérdida de confianza hacia los países productores de energía y con los que hay intenso intercambio comercial. Porque casi todos son inestables política y socialmente. Los que han tenido colonias y entienden bien el mundo o tienen poder (y servicios secretos) son todo lo autosuficientes que pueden ser. Desde la crisis del petróleo de los años 70 del pasado siglo, Estados Unidos buscó la forma de poder producir petróleo y gas a gran escala que no fuera solo el de los pozos de Tejas y otros estados. Finalmente consiguió vía “fracking” encontrar el sustento que le pudiera garantizar la independencia energética, por si fuera necesario. Por no decir, que también es el país con más centrales nucleares del mundo
Y en materia de alimentación son los grandes productores de alimentación transgénica, con lo que se garantizan más cosechas, más rentables y más seguras. El tema de si es más o menos sano para el ser humano pasa a un segundo plano. Pero, en resumen, lo mismo: son en esta materia muy independientes.
En el caso de Francia lo vemos también con las centrales nucleares. Es el segundo país con más centrales nucleares y piensa seguir construyendo más. Y esto en el centro de Europa en donde se decidió que íbamos a estar libres de una energía que unos cuantos decidieron que había que erradicar. Ahora la Comunidad Económica Europea ha cambiado de opinión.
En resumen, la desconfianza puede llevar a una búsqueda de independencia de los grandes países o a buscar una cierta autarquía que los libre de los sustos internacionales. Por supuesto, nuestro país ahí no puede hacer nada -al menos, de un día para otro- pero quizá debería estar en la agenda de los gobiernos el pensar que el mundo, quizá, no camina hacia una convergencia sino hacia una cierta regresión (lo que sería terrible) como países bastante independientes. Y qué hacer al respecto.
Mientras tanto China observa. Y asegura su posición. Compra deuda de otros países, minas de minerales estratégicos, grandes extensiones de terreno en prácticamente cualquier país. No se puede llamar colonialismo, pero les asegura que nunca les fallarán los suministros.
Tino de la Torre
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