«Vivienda: El MONOPOLY que no sabías que estabas jugando», Ángela González
Y encima sin sueldo fijo, ni dados, ni la casilla de salida de 20.000 pesetas de tus padres
¿Recuerdas cuando nuestros padres —los baby boomers— compraban pisos por cuatro duros, con un solo sueldo, a veces sin estudios, con contrato fijo desde los 20 años, vacaciones pagadas y con barbacoa en el patio?
Qué época, ¿eh? Hoy intentas alquilar una habitación con ventana en Madrid y tienes que demostrar que no eres narco, vender un riñón y fingir que amas a los gatos de la casera.
Y luego te dicen:
—“Es que los jóvenes de ahora lo queréis todo.”
Claro, Mari Carmen. Lo queremos todo: techo, comida y salud mental. Unos egoístas de manual.
La burbuja inmobiliaria no explotó, nos explotó.
Nos estalló en la cara mientras nos decían que comprar era lo mejor. Que alquilar era tirar el dinero. Así que nos hipotecamos hasta los 85 años, por pisos de 60 metros, mal aislados, con gotelé, sin ascensor y vecinos que fuman porros en la escalera. Y lo hicimos encantados, porque “el ladrillo nunca baja”. Spoiler: bajó. Pero no lo suficiente como para que un mileurista pueda comprarse ni un trastero.
Los sueldos no han subido. Pero la vivienda sí.
En los 90, un piso costaba 40.000€. Hoy, el mismo, con humedades y vecinos que dan golpes a la pared, cuesta 280.000€. Y tú cobras 1.200€, si tienes suerte. El resultado: pagas 900 de alquiler, sobrevives con arroz, y cruzas los dedos para que no te suban la renta “por actualización de mercado”.
Y no te compres nada, eh. Que como joven, solo puedes aspirar a:
1. Heredar (si tus padres no viven también de alquiler).
2. Que te toque la lotería (con la probabilidad de que te atropelle un alce antes).
3. Que te junte con alguien que ya tenga piso (el amor romántico versión especulativa).
¿Quieres alquilar? Adelante, estas son las condiciones actuales:
• Contrato indefinido (que no tienes).
• Nómina de tres veces el alquiler (que no cobras).
• Sin mascotas, sin hijos, sin ruidos, sin vida.
• Aval de tus padres, tus abuelos y un unicornio certificado.
¿Y si estás en paro? Entonces a vivir a casa de tus padres hasta los 42, compartir piso con desconocidos o irte a vivir a un pueblo sin cobertura, pero con casa por 12.000€, eso sí, sin médicos, ni tren, ni un puto bar.
¿Te quieres ir a otro país?
Te reciben con los brazos abiertos… si eres ingeniera, enfermera, o sabes programar mientras cocinas paella y montas en bici sin manos. Si no, prepárate para vivir en el mismo Monopoly, pero en alemán, francés o neerlandés.
Y mientras tanto, los políticos…
Viven en pisos gratis. Cobran dietas aunque vivan en Madrid. Y legislan para que los fondos buitre compren bloques enteros mientras tú esperas que no te suban el alquiler 300 euros “por reforma estética del portal”.
Resumen:
No estás jugando al Monopoly. Estás siendo jugado.
Porque en este país, la vivienda no es un derecho. Es un negocio.
Y tú eres el peón, el banco, y la ficha que siempre cae en la cárcel.
Pero sin cobrar los 200 al pasar por salida.
Ángela González
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