“Luis María Anson y Francisco Umbral”, Jesús Millán Muñoz
Debo confesar que me agrada que dos personas de diferente percepción y sensibilidad ante la vida, o al menos así me lo parece, se llevasen bien en vida, se elogiaban.
Es cierto, que hasta dónde sé y conozco, Anson, casi siempre habla y escribe bien de casi todo el mundo. Cosa que todos debemos aprender y aprehender. Creo que mi modesta pluma y boca también está en esa sinfonía –eso no quita, que alguna vez, pero se pueden contar con los dedos de la mano, hayas roto ese pacto-, pero Umbral, no podemos negarle su genialidad en el articulismo –no juzgo su otra prosa, sus más de cien libros, porque entre otras cosas, no me he leído todo, ni la inmensa mayoría-, pero Umbral tenía una pluma y una lengua más acerada y avinagrada y envenenada. No podemos negar esta realidad. Quizás, quizás sus traumas y sus heridas de la infancia, le llevaron a esa situación, estoy intentando buscar una razón justificación con conmiseración. Pero también, quién no tiene algún trauma de la infancia y de la adolescencia y varios de la etapa adulta…
Siempre en este país ha existido algo que se ha ido reproduciendo entre los siglos y desde los siglos, también ahora, también en el veinte, o eres de Quevedo o de Góngora o de Lope de Vega o de Cervantes o de Calderón o de… Y, entre ellos, entre algunos de ellos, ofrecieron a la historia un espectáculo triste y entristecido y negro y ennegrecido. En esto, no fueron los chicos buenos del siglo de oro, sino más bien los chicos de la negrura del siglo de oro. Uno, siente y espera, que las grandes genialidades de grandes sensibilidades literarias, que es el caso, también la tengan en sus corazones y sus afectividades. Quizás, quizás sea porque vivir de la literatura ha sido en todos los siglos casi una operación casi imposible, quizás se necesitan Bond literarios. Quizás porque miran mucho su yo y su egotismo y su egoísmo y su narcisismo y su vanidad y su soberbia y su valía. Y, no se dan cuenta, que en la Naturaleza existen muchas especies vivas, y, cada una ocupa su lugar…
Pero debo aceptar la realidad, esta forma de ser y de estar, siempre en lucha y siempre dialéctica, se da mucho entre la clase literaria y cultural y plástica y artística y… Es lamentable. Y, por otro lado, nadie acepta una crítica. Todos debemos agradecer las críticas, porque nos pueden enseñar algo de nuestros escritos y actividades culturales. No tenemos que aceptar las críticas a nuestras personas, pero si a nuestras producciones, si se hacen con respeto, prudencia, razonabilidad, mesura, con argumentos. Si se hace así, te están haciendo un gran favor…
Yo, soy consciente, que solo la verdad que arrastren las palabras, solo los bienes de todo tipo que ofrezcan, solo los bienes morales y espirituales y metafísicos que lleven en sus aguas… eso es lo que hará, que tus escritos queden para siglos subsiguientes y siguientes y futuros. No quedarán porque riñas o discutas con unos, o hagas pactos con unos o con otros. Sino perdurarán si esas palabras y frases y escritos llevan suficiente verdad, bondad, bienes, belleza… Así, así de simple y sencillo. Nada más. Esta es la fórmula. Por eso, no he entrado en ninguna escuela y ningún bando literario. De todos he aprendido y aprehendido, o he procurado, a todos les debo pleitesía. Pero he intentado siempre ir un poco más lejos…
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