¡NO SON LOS LAMBORGHINI, SR. SÁNCHEZ!, Adrián Martínez
El verano pasó y ya es un recuerdo caluroso en el álbum fotográfico donde guardo insensatos intentos por superar el número de días en la playa. Hago un breve resumen: un día de calor en una playa de piedras huyendo de las masas; otro en el barquito de un amigo huyendo de las piedras y del calor, y un tercero compartiendo arena, sombrilla y nevera y controlando aglomeraciones de medusas-huevo que habían ido al funeral de algún familiar muerto por motivo del calor, las piedras y la arena. Ese es todo mi récord. Me pasó como a muchos atletas en las olimpiadas de París. Tengo excusas, ¿sí o qué…?
Con tanto calor me dediqué a las olimpiadas y a la, de momento, Vuelta ciclista a España alentando desde el sofá a mis compatriotas, a leer, a ver televisión, a ojear periódicos impresos y digitales pasados y actuales y a tocarme el sálvese la parte “medusal” correspondientemente citada. Pero como tampoco era de mi agrado llevar al extremo ninguna opción de las descritas terminé haciendo un Puigdemont veraniego: estaba pero no estaba; Y poniéndome en esa maniquea tesitura acabé leyendo a Houllebecq, que no es fácil en verano, y ojeando a periodistas televisivos comer compulsivamente en magacines sin sentido, a cambiar de cadena para ver casi lo mismo y a leer misceláneas sin sentido y sin motivo, atendiendo de paso telefónicas llamadas fantasma no solicitadas. Su influencia fue tal –la carne es débil- que estuve a punto de hincarme una dosis de caspa ojeando de nuevo el Grand Prix sin dejar de lado, más sin querer que queriendo, la estéril confrontación entre las fobias y las filias encarnadas en el turismo, la amnistía de los implicados en el procés y la financiación singular de Cataluña.
Lejos de tal e irresoluble efecto me dio por cuestiones más rampantes y complicadas – el ser humano es voluntad- como son el desastre de la inmigración, las guerras que no cesan y la gestión que de las mismas han hecho Baiden, Kamala, la oreja de Trump, Putin y Netanyahu, pero el zapping, comprobé, es cosa muy sufrida y tampoco es que me sirviese de mucho.
Y me encuentro ya a primeros de septiembre con esa renovación de todos los cursos, programas y concursos: de los medios de comunicación, académicos, políticos, judiciales, etc. y con esa maravilla de la nueva comunicación no verbal que es nuestra ministra de hacienda y primera vicepresidenta del Gobierno de España, que también es médico, y debe saber, anatómicamente hablando, que el estómago puede ser tan grande como las tragaderas de su portador, cosa reflejada en su trágala a la singular financiación catalana cuando no hace mucho la solfeaba, recordándonos aquello de que para saber quién manda sobre ti simplemente tienes que describir a quién no debes enfrentarte.
Y pasamos del estío al hastío con una facilidad vertiginosa ¡Socorro, Sánchez ha vuelto! Dice que renovado, y prometiendo una financiación justa para todas las comunidades y filetes al punto, para todos.
Y mis bolsillos se empeñan, valga la redundancia, en volver a pedir socorro. Otra vez lo mismo, y lo mismo , me temo, es que todo tiene que cambiar para que todo siga igual: el futuro de los jóvenes, el de las pensiones actuales y futuras, los precios del alquiler, el de los pisos, la cesta de la compra, el paro, el precio de la luz, la violencia de género, los trastornos mentales, el estado de la sanidad pública y sus listas de espera, la carencia estructural de médicos y recursos, el “rostro impenetrable” del atasco judicial, la confrontación como forma estar, el abandono de los pueblos y del personal de hostelería, las guerras, Venezuela, el silencio de Zapatero y de Marlasca, las ocurrencias de Yolanda Díaz y su convencimiento de que está trabajando para logar un país mejor en cuanto los ciudadanos vuelvan a votar a su formación…y en medio los ciudadanos de a pie acostumbrados a perder cada dia mejor.
Mientras todo se perpetúa comprobamos el creciente populismo y la ya crónica e impenitente demagogia del presidente del gobierno con salidas de tono inauditas ante lo que no es capaz de comprender ni explicar. Porque, mire usted, Sr. Sánchez, el problema no son los Lamborghini, el problema es que desde su gobierno se ha desprotegido a las clases medias y trabajadoras dentro de un sistema extractivo que continúa siendo, y usted mismo asume, extraordinariamente injusto a la par que consentido. Y lo dice aquel que mientras gobierna se postra ante los postulados de las instituciones económicas más conservadoras que existen a nivel europeo y mundial. Por tanto, no intente convencernos de lo contrario encontrando víctimas propiciatorias a la cuales echar la culpa de nuestros males no sea que bajo la influencia de esa niebla totalitaria con la que gobierna intente manipular de nuevo los sentimientos colectivos y la conciencia ciudadana apartándola de la realidad. Porque usted está intentando normalizarla a sabiendas de que las mentes de las masas que todavía le aplauden, sobre todo las que pertenecen a su partido, ya están quebradas o en trance de hacerlo. Da pena ver a muchos miembros del PSOE, históricos algunos, genuflexionar ante usted con tal de conseguir más tiempo, influencia o poder. España con usted es y será menos solidaria y esto lo ha conseguido cerrando filas a su alrededor e instaurando la impermeabilidad a las críticas y al devenir político europeo más inmediato y cercano. La interminable corriente de propaganda y mentiras en la que usted ha convertido la política nacional ha trasmutado a casi todas las mentes pensantes y racionales que algún día poblaron al PSOE en un grupo de fanáticos histriónicos rodeados de sinsentido, anhelando el regreso a un mundo que puedan entender y donde todo esté muy ordenado. Así aparece la figura del líder como salvador de la patria interponiendo claridad y simpleza. Sus víctimas, Sr. Sánchez, renuncian a ser autosuficientes convirtiéndose en sujetos sumisos y obedientes olvidando que la ética política debe encarnar la transparencia, la rendición de cuentas y la responsabilidad ante toda la ciudadanía.
Usted, Sr. Sánchez, alienta la confusión tanto como la exasperación De esta forma surge la solución demagógica y populista encarnada, esta vez, en el Lamborguini. Es la pantalla fácil donde están cómodamente todas las respuestas: ya no hace falta hacerse preguntas ni cuestionarse la España que usted nos está dejando.
La buena noticia es que, según su Gobierno, Sr. Sánchez, los ricos pagarán más. La mala noticia es que, usted, estimado lector, es rico. De sobra está decir que muchos españoles estamos hasta el sitio que, casualmente, lleva el mismo sobrenombre que las medusas arriba citadas.
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