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Vega en Alicante presentando «La Reina Pez»

En el fondo, contar una buena historia es sumamente sencillo. Necesitas un héroe y una multitud de obstáculos que ese héroe ha de superar. Todos los grandes cuentos, las grandes novelas, las grandes películas o, incluso, los grandes discursos repiten este esquema. Pero esto es la vida, no la ficción, y esas reglas no deben de aplicarse. A veces hay momentos en los que ya no hay barreras que tirar porque nos hemos encontrado en un lugar que, al menos de momento, nos sirve. Y esa sigue siendo una buena historia porque es real, porque existe, porque es verdadera. Vega se ha tirado toda la vida derribando muros y ahora, después de haber ido acabando con cada uno de ellos, ha llegado a una suerte de final de etapa. O está, quizá, en la línea de salida de una nueva, da un poco igual. Lo importante es que ha derrotado al monstruo y con “La Reina Pez” quiere compartir todo lo que ha aprendido en todas estas batallas que han posibilitado esta colección de canciones.

No es casual la elección que Vega hizo del lugar en el que registrar este álbum. El Hansa Tonstudio está situado en el berlinés barrio de Kreuzberg, a un tiro de piedra de donde se encontraba el famoso Muro. Es un sitio al que muchos músicos han acudido en fases muy importantes de su carrera. Bowie creó gran parte de los discos de su aclamada etapa berlinesa además de producir los mejores discos de Iggy Pop en solitario (“The idiot”, “Lust for life”). Allí Nick Cave & The Bad Seeds encontraron su identidad gracias a Wim Wenders y “El cielo sobre Berlín”. Y allí U2 se desafiaron a sí mismos como nunca antes y como nunca después con “Achtung baby”. Quizá todos busquen la mística del Bowie post-Ziggy y post-Thin White Duke, el más radical y libre. Desconozco las razones por las que Vega quiso que “La Reina Pez” se produjera aquí. Quizá fuera esta búsqueda del espíritu de Bowie o quizá no. Lo que a mí me parece es que su caso me recuerda a otra trilogía berlinesa, la de Depeche Mode, clave para entender al grupo de Basildon y, sobre todo, fundamental para dejar atrás su propio pasado sin renunciar a él. Y puede que sea eso lo que Vega ha hecho con este disco.

“Dicen que ya no soy la misma/todos dicen que el miedo me resbala por la sien” canta Vega al principio de “Santa Cristina”.  Es algo que se comprueba cuando nos damos cuenta del triple salto mortal con tirabuzón que es “La Reina Pez”. Un disco en el que lo que se dice se cumple, algo que no es tan habitual y que llamamos “honestidad artística”. Vega dialoga con sus trabajos anteriores. Con “Metamorfosis”, cuando ella inició el camino que le ha llevado a “La Reina Pez”, con “Wolverines”, disco con el que terminó de gustarse a sí misma como compositora o, incluso, con “Non ho l’età”, en el que ella se demostró que es la buena intérprete que sus maravillosos fans ya saben que es. Todos estos elementos están presentes en “La Reina Pez”. Pero hay más, mucho más.

Como si fuera poco, Vega ha tenido que nadar contra corriente. Ha debido, debe, lidiar con una industria y una sociedad que la minusvalora por su condición de mujer-artista, que no entienda que una chica tenga personalidad y talento, que tenga genio, como estamos acostumbrados a verlo en los chicos. La brillantez y la valentía de este disco es toda una declaración feminista, como lo es la canción titular, la que lo cierra, un himno de resistencia, con unas orgullosas guitarras como adecuado acompañamiento. Es inevitable no imaginarse a la propia Vega como la protagonista del tema, siempre peleando a la contra. Y siempre sobreviviendo.

Este disco tiene otras pistas, hay más mensajes. No hay que fijarse sólo entre los surcos del vinilo, también hay que hacerlo en la manera de hacer las cosas. El ecologismo es una de las paredes maestras de “La Reina Pez”. Lejos de ofrecernos vacías proclamas que sólo sirven para acallar la propia conciencia, Vega ha intentado que la fabricación de los discos de “La Reina Pez” sea lo menos dañina posible para el planeta. Y por eso las cajas y las fundas están hechos de papel de piedra, una variedad profundamente respetuosa con el medio ambiente. Para obtenerla no se utiliza ni madera ni agua, como ocurre con el papel convencional. Obviamente, es un proceso mucho más caro y ello repercute en el beneficio económico del artista. Como dijimos, aquí no hay fuegos artificiales, Vega va en serio.

Nos queda lo más importante. Lo que da sentido a todo. La música. Tengo yo para mí que Vega se considera, por encima de todo, una escritora de canciones. Y ahí, en ellas, está otra de las claves de “La Reina Pez”. Se aprecia en el dinamismo de “Peces”, con ese atípico estribillo, que nos advierte de que aquí no hay soluciones sencillas. O en la sorprendente pieza country en inglés, “When Mary comes”, un estupendo dúo con su hermana Azahara, que tiene una hermosa cualidad evocadora. También tenemos la enigmática angustia de “Haneke”, inspirada por una película del irreverente y personalísimo director austríaco al que hace referencia el título. Otro momento que llama la atención, por ejemplo, es la intro de “Después de ti”, con esos juguetones coros que producen un efecto muy interesante. Y podríamos seguir con la fluidez de la que hace gala “Buitres” o con la intensidad contenida que explota en los estribillos  de “Eterna juventud”. Casi cada canción nos lleva a un mundo diferente, a poco que nos fijemos un poco.

¿Y el sonido? Aquí detectamos un cambio que casi podríamos calificar de sorprendente. Las guitarras. La producción. Sigue siendo un disco pop, en el buen sentido de la palabra pero tiene una pegada contundente, en los momentos en los que hace falta. Hay una robustez general en el sonido que ha encontrado en la manera de cantar de la propia Vega y en sus canciones una coherencia que podía ser intuida. De tan evidente que ahora nos parece que es se podía haber pasado por alto. Había que recorrer ese camino y no debía de parecer tan fácil cuando el avión aterrizó en la capital de Alemania y Vega se disponía a hacer este álbum.

La historia que puedo contar de “La Reina Pez” no es la típica. Sí, hay héroe, en este caso heroína. Y, también, hay obstáculos. Mejor dicho, los había. Han dejado de existir porque Vega, con sus aliados en La Madriguera y Subterfuge, ha podido con prácticamente todos ellos. Este cuento empieza cuando termina el tercer acto, cuando la película se termina y las luces se encienden. Es un cuento que ha sido edificado con los restos de los obstáculos superados.


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