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¡PROHIBIR YA EL BISFENOL-A!

Delante de mí, en la cola de una caja para pagar de  una gran superficie comercial, sita en San Vicente del Raspeig, Alicante, Comunidad Valenciana, España todavía, Europa, el Mundo (podría haber sido cualquier otro sitio de esta piel de toro a la que algunos quieren arrancar el rabo deslizándose hacia una aventura independentista incierta y enredada en martirologios, epifanías y tópicos pero ha sido en este) una azarosa madre con su niño de unos 2- 3 años en sus brazos se debate entre el llanto de este, la necesidad de hacer la compra de cada día dénosle hoy y la paz mental en el mundo.

Y digo madre  azarosa  como sinónimo de insegura  porque como portadora del tal niño en tal circunstancia se le veía inquieta y posiblemente hipertensa. Es más delante de mi varios productos  se le cayeron al suelo. Los recogimos entre  varios  y los pusimos de nuevo  encima de la cinta. Parecía que el niño iba a callar en cualquier momento. No fue así.  A algunos niños les pasa lo que a los  independentistas  a la hora de explicar aquello  que quieren: la ira es su camino.

La señora empieza a recoger y embolsar los productos mientras el niño sigue llorando. Lo hemos entendido: la cajera, la madre, varios paisanos, incluidos algún militar fuera de servicio, y yo mismo, nos abalanzamos sobre la cinta para ayudar a la madre a introducir los productos en las bolsas que había solicitado. Al terminar también le ayudamos a depositarlos en su coche mientras ella  acomodaba al niño en su sillita homologada. El niño ya no lloraba. Bendito sea el cielo. Paz en la tierra  y todos volvimos a tener, momentáneamente, buena voluntad.

Mientras en comandita terminábamos de embolsar la madre paga y la cajera le da un tiquet de compra tipo kilométrico, como la mentira catalanista. El niño sigue demostrando su afán  y continúa llorando. En un momento determinado,  a la madre, supongo que despistada a la par que confundida y con evidente pérdida de funciones cognitivas por la amplitud e intensidad del sonoro “parraque” de su hijo, se le ocurre darle al verraco   el superlativo tiquet de compra  para  ver si se entretiene. Y el niño va y lo hace. Ha dejado de llorar porque se lo ha metido en la boca chupándolo y relamiéndolo cual gustoso caramelo de coco. Antes lo ha mirado como ese español que absorto mira a Rajoy mientras este le dice que hemos  “salido de la crisis” mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) retuerce a pensiones y pensionistas. Sus deditos se transforman blancos, sus morritos en  cenicientos y su lengua ya está confitada con ese polvillo que sueltan todos los recibos o tiques de compra de cualquier gran superficie, tienda, negocio, servicio público o privado, incluidos autobuses y taxis, por un poner,  etc, de cualquier lugar  y en cualquier momento.

Y muchos queremos  que ese tiquet, y muchos productos más en cuya composición se emplea el Bisfenol-A (BPA), un ubicuo y potente alterador endocrino  y  como tal interfiriendo en nuestra función endocrina normal y fisiológica,  sean prohibidos definitiva y totalmente  en toda la geografía  patria y  disgustadas periferias. Por motivos de salud y medioambientales.

Al menos esto lo que ha dictado el Comité de Evaluación de Riesgos de la Agencia Europea de Sustancias Químicas respecto al papel térmico usado en los citados tickets de compra y otros productos de cuya composición forma parte el Bisfenol-A. El citado papel como hemos dicho está confeccionado con ese termoplástico.

Tras los envases alimentarios el papel térmico es la segunda fuente más importante de exposición al Bisfenol-A en la población. Por ello el Estado francés propuso una restricción de su uso en toda Europa para proteger a la población.

Hay que explicar que el Comité de Evaluación de Riesgos de la Agencia Europea de Sustancias Químicas admite el peligro de tal sustancia pero  recita el mantra de  que solo  existe  si se da una exposición muy elevada -caso de las cajer@s-  y sigue afirmando que no hay riesgo en la población en general. Cosa que ponemos en cuestión  y bajo duda pues no sabemos ni  los usos ni las  costumbres que da el personal a este material, visto lo visto en el súper, ni la reiteración o  frecuencia de la exposición al mismo.  Más de 800 estudios académicos concluyen que el BPA puede producir  disfunción tiroidea, retrasos en el crecimiento, disminución de la fertilidad, anomalías en el comportamiento y metabólicas y aumento de incidencia tumoral. Seguramente ellos ya saben también  que el 100 % de los niños españoles orinan Bisfenol-A todos los días. Y que  el 100 % de las placentas lo contienen, y el 100 % de las mamas también…

En septiembre próximo el comité de Análisis Socio-Económico tendrá que manifestar su opinión sobre la prohibición y a continuación la Comisión Europea decidirá. En caso de aprobarse  no entraría en vigor hasta el año 2019 y de momento conviviríamos con esta sustancia a través de los productos citados y algunos otros como  plásticos policarbonatos,  revestimientos interiores de latas de alimentos o bebidas, incluidas muchas aguas embotelladas, CDs e, incluso,  como hasta hace poco, biberones. El Bisfenol-A  también  ser encontrado en coches, aviones, gafas, utensilios médicos o barnices.  Su presencia en  productos que utilizamos a diario es tan común que un estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU  refrendó que más del 90% de los estadounidenses tienen trazas en su organismo de esta sustancia, aunque generalmente por debajo de la «dosis diaria tolerable». Un umbral de seguridad que para la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de Francia (Anses) está subestimado, pues ha asegurado que puede ser altamente dañino para las generaciones venideras. De hecho la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (AESA) publicó en julio pasado un informe donde alerta que los niños de entre 3 y 10 años son los más expuestos a este compuesto. Y ni les cuento el niño  de nuestro relato. En concreto, la AESA  señala que en un 23% de los casos, las mujeres embarazadas están expuestas a niveles de Bisfenol-A potencialmente peligrosos, por lo que sus hijos tendrán más posibilidades de sufrir sus efectos. A pesar de todo ello   las autoridades sanitarias españolas aún no se han pronunciado  sobre esta sustancia que  se encuentra en el punto de mira de muchas investigaciones y denuncias.

Por todo ello solicitamos al Ayuntamiento de Alicante, representado en la figura de su Alcalde,  a sus concejalías de Sanidad y Medio Ambiente,  o a quienes corresponda, que ante el  nuevo panorama legislativo a desarrollar en toda Europa en los próximos años efectué un primer paso prohibiendo en toda las áreas y en todos los organismos públicos e instituciones municipales dependientes de su gobernanza el uso de artículos y  productos confeccionados o en cuya composición intervenga esta perniciosa sustancia.

Sería bueno que las instituciones públicas alicantinas, y siguiendo su estela el resto,  aplicase la prohibición del uso de  tal producto simplemente por una salud  y un medio ambiente más saludable para todos sus ciudadanos. España es uno de los países firmantes  de la Agenda 2030, promovida por la ONU. Agenda que vela por el cumplimiento del Desarrollo Sostenible a favor a favor de las personas, el planeta y la prosperidad,  y que garantiza, entre otros aspectos una vida sana.

Deseo también  que el niño del relato, incluso si le llaman Jordi o Josep Lluís,  crezca sin otro particular que el de desarrollarse  saludable, feliz y libremente y llegado a la edad de  adulto entienda  que cualquier  fin fundamentado en una ruptura de tipo testicular y egocéntrica  no justifica nunca la historia. Sobre todo si esta depende de un relato ficticio.

Adrián Martínez

Médico y Miembro de la Coordinadora Estatal de Recortes Cero


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